Tokage no ryoushu-sama Capitulo 5

CAPÍTULO 5. LA REFORMA DE LA CONCIENCIA

 

 

El sol de la mañana brillaba a través del hueco de las contraventanas de madera.

 

Catalina rodó sobre la dura cama y abrió los ojos aturdida.

 

Lo que apareció a su vista fue una habitación sencilla.

 

Parpadeó y se despertó lentamente.

 

“Así es. Me asignaron a esta aldea como asistente”.

 

Catalina respiró hondo.

 

Después de todo, ahí todo era diferente a su habitación. Pero tendría que acostumbrarse, aunque le resultaba difícil hacerlo.

 

Después de recomponerse se  levantó de la cama. Saco su ropa de civil de la cómoda y se cambio el camisón de algodón.

 

Con un poco de magia vertió agua en el lavabo para lavarse el rostro. Aunque ella era especialista en magia de tierra, también podía usar otros atributos.

 

No le suponía ningna carga utilizar suficiente agua para lavarse el rostro, ya que de no haber sabido usar dicha magia estaría en una situación compleja.

 

El agua fría la despertó.

 

Sacó de su cómoda una caja que contenía maquillaje. Usó un maquillaje ligero, no le gustaba tenerlo cargado.

 

También recogió su cabello.

 

En el espejo de cuerpo entero que había llevado consigo, vio el reflejo de una mujer demasiado seria y poco interesante.

 

No es que no le gustara vestirse bien, pero debido a su trabajo actual como asistente, usar ropa considerada “femenina” le significaba una molestia.

 

Hasta había considerado vestirse como hombre, pero una de sus amigas la había detenido diciendo que sus pechos la hacían ver sensual y hasta pervertida.

 

“Puede ser un arma dependiendo de cómo la uses, pero también puede ser una molestia”.

 

La criada que la ha había atendido desde que era una niña le desaconsejaba estrictamente sobre el uso de telas u otros objetos para aplastar su cuerpo. Ella, le había enseñado todo, desde cómo vestirse, cómo maquillarse y cómo atarse el cabello, ya que había decidido servir en el palacio como funcionaria civil.

 

Hasta entonces, todo había quedado en manos de las criadas, pero era posible que hubiera inspecciones sin ellas.

 

Eso era útil ahora.

 

“Por favor, Olga.”

 

En cuanto pidió su opinión, Olga respondio con un chillido, sin el menor interés.

 

“Bueno… no me crecen plumas. Cometí un error al pedirte a ti, un pájaro, una opinión”.

 

Catalina sacudió la cabeza suavemente.

 

“Mi apariencia, mis palabras y mis acciones, todo contribuye a la evaluación del gobierno central. No puedo bajar la guardia”.

 

Ya había cometido el error de ser recogida y trasladada por su señor.

 

Quizás podría compensarlo de alguna manera exterminando monstruos y reparando el foso, pero no la podían  menospreciar por ser joven.

 

TOC Toc.

 

Se oyó un discreto golpe en la puerta de la habitación.

 

“Adelante”

 

“Ah, estaba despierta. ¡Buenos días! Baldini-sama”.

 

La persona que abrió la puerta era Rita, quien pareció un poco sorprendida.

 

“¿Se encuentra bien?” Preguntó con la mirada hacia el techo.

 

Catalina sonrió y asintió

 

“Buenos días, Rita. Sí, he descansado temprano. Espero no haberte preocupado demasiado” 

 

“¡No! Pero por favor no se esfuerce demasiado.”

 

“Sí. Tendré cuidado.”

 

“Está bien, pero… Ah, vine a despertarla porque el desayuno está listo, pero supongo que no fue necesario”.

 

Rita le sonrió.

 

“Gracias. Ahora bajo. ¿Puedes prepararle algo a Olga más tarde?”

 

“¡Sí, claro!”

 

A Rita parecía gustarle los seres vivos y amaba cuidar de Olga.

 

Aunque a Olga no le gustaba que la molesten, no le importa que Rita la alimentara…

 

Cuando bajó al comedor con Rita, César ya estaba sentado.

 

Catalina creyendo que ya había acabado agachó la cabeza.

 

“Buenos días, mi señor. Le pido disculpas por haberle hecho esperar”

 

“Buenos días, asistente. No hay necesidad de disculparse. Es solo que soy un madrugador. Tengo la costumbre de despertarme al amanecer y entrenar. No te preocupes por eso”.

 

“Pero”

 

“Deberías sentarte primero, ayudante. Rita, tráeme el desayuno”.

 

“Sí”

 

Rita dio una respuesta alegre y se dirigió a la cocina.

 

Catalina también tomó asiento con el rostro rígido.

 

(Realmente hice un mal trabajo. Acabo de decidir ser disciplinada en lo que digo y hago. Y yo misma no me di cuenta de que era tarde. ……)

 

No debería pasar eso de que un ayudante se despierte y llegue más tarde que su señor.

 

Catalina había sido enviada como edecán de César, que no estaba familiarizado con la política.

 

También era para enseñarle la mentalidad de la clase dominante de este país.

 

Si Catalina cometía semejante error, era que carecía de poder de persuasión.

 

Con una sonrisa en el rostro, planeaba en su cabeza cómo compensarlo.

 

El desayuno que preparó Ritafue a base de pan negro duro, sopa de tubérculos y queso de leche de oveja.

 

(…Este tipo de pan duro es el que se come sumergiéndolo en sopa para ablandarlo.)

 

“Ayudante”

 

Mientras tomaba tranquilamente un desayuno sencillo mientras recordaba lo que había aprendido en su viaje de inspección anterior, César la llamó.

 

Volvió tu mirada hacia él.

 

La expresión de César no cambió mucho, pero parecía preocupado.

 

“¿Diga, mi señor?”

 

“Bueno, sobre lo que pasó antes”.

 

César vaciló, eligiendo sus palabras.

 

Luego, como si finalmente hubiera encontrado las palabras, parpadeó y dijo.

 

“No hay por qué asombrarse tanto.”.

 

“Pero…”

 

“En el corazón del país puede que sea así, pero éste es un pueblo grande, tranquilo y apacible si quitamos de en medio a los demonios. Estaría fuera de lugar ser tan formal.”

 

Catalina apretó la boca.

 

Entiendía lo que decía César.

 

Pero, viendo hacia el futuro, creía que no podían permitirse ser complacientes.

 

Aunque César era un señor sin título, probablemente en el futuro sería invitado a las reuniones sociales centrales como símbolo de la reconciliación humana.

 

Para no pasar vergüenza en ese momento, quería que se acostumbrara al sentido común y al comportamiento del gobierno central.

 

El comportamiento de un señor feudal no es algo que se pueda aprender de la noche a la mañana.

 

Es importante comportarse con normalidad.

 

Cuando Catalina explicó brevemente el contenido, esta vez la boca de César se tensó.

 

Dejó escapar un gruñido sibilante.

 

“¿Tengo que ir?”

 

“No creo que sea demasiado pronto, ya que de momento el Gobierno Central no dispensa de recursos. Pero si nos invitan, tendremos que ir”.

 

“Ya veo……”

 

César se metió un trozo de queso en la boca, masticando con sus afilados dientes, aparentemente ganando tiempo para pensar.

 

Después de tragar el queso, César habló en tono firme.

 

“Pero bueno, ya está, así son las cosas. Aprenderé cómo comportarme en el centro gracias a mi asistente. Pero la gente de este pueblo no te seguirá si te comportas como un mandona. No quiero que tú lo hagas, y yo tampoco quiero que me traten como un tumor”.

 

Ante estas palabras, Catalina bajó los ojos.

 

Estaba haciendo cálculos a un ritmo vertiginoso.

 

La situación de ese pueblo.

 

Las intenciones del Gobierno.

 

La estrategia de Ermanno.

 

La peculiaridad de César.

 

Y su propia posición.

 

La situación esra complicada porque cada uno era diferente.

 

(…… Sé que hay una buena razón por la que este pueblo estaba bajo control directo. Si descuidas demasiado las relaciones jerárquicas, perderás tu posición en el Gobierno Central. …… No obstante, hay que mitigar los malos sentimientos de los aldeanos hacia el Gobierno. La interacción real entre los aldeanos y su señoría demuestra que la dirección de su señoría no es errónea. Será difícil mantener el equilibrio entre el orden y la amabilidad, pero tenemos que hacerlo).

 

Catalina ordenó sus pensamientos y respiró hondo.

 

Volvió a mirar a César  y asintió lentamente.

 

“Entiendo lo que piensa su señoría, y haremos nuestra política administrativa en consecuencia”.

 

“Tu lenguaje es muy formal”.

 

“…… La actitud hacia los aldeanos será ‘moderadamente’ informal”.

 

Catalina hizo en la palabra “moderación”.

 

César parpadeó ante lo contundente que era su argumento.

 

“Con moderación, ¿eh?”

 

“Con moderación, sí. Debes trazar la línea entre lo que está permitido y lo que no. En particular, no puedes llamarme ‘marido lagarto'”.

 

Catalina señaló algo que la había estado molestando.

 

César entrecerró los ojos.

 

“Aunque te disculpo. Es cierto que llamarme ‘tipo lagarto’ sería un insulto, pero como en realidad me parezco a un lagarto bípedo… Bueno, es más seguro no decir eso a otras personas con escamas.  Sino muchos de ellos se ofenderán”.

 

“¿Es eso así? Entiendo que mi señor es generoso, pero sería problemático si lo escucharan afuera, y no hay garantía de que la vida de la persona que lo dijo esté segura. Todo es cuestión de costumbre.

“Sí, es cierto. Fui indiscreto al respecto…….”

 

César bajó la mirada abatido.

 

Catalina dejó escapar un suspiro de alivio y negó con la cabeza.

 

“Espero que lo entiendas. No estoy diciendo que debas alejarte de los aldeanos. Sólo digo que la cortesía es importante”.

 

“Entiendo”

 

Ante la respuesta de César, Catalina relajó los hombros.

 

Debería haber sido más cuidadosa y haber optado por una actitud indulgente.

 

Sentía escalofríos cuando pensaba en las personas difíciles con las que había estado tratando en la Oficina del Primer Ministro.

 

Parecía bastante desconcertada por la gentileza de César.

 

Una vez más, debían tener cuidado de encontrar el justo equilibrio entre el rigor y la amabilidad.

 

(…Aun así, tuve suerte de tener un jefe. Debo agradecer una vez más a Su Alteza Ermanno.)

 

La rígida expresión facial de Katarina se relajó de repente.

 

“Cof”

 

“¿Mi señor?”

 

César, que estaba masticando un trozo de pan negro, se atragantó.

 

En respuesta a la situación repentina, Rita, que había estado esperando en un rincón de la habitación, corrió a la cocina y buscó agua.

 

“Señor, ¿se encuentra bien?”

 

“Sí, lo siento. Estoy bien.”

 

César bebió toda el agua de una vez y levantó una mano mientras tosía.

 

“Mi señor, sería mejor que comieras con moderación, incluso si comes abundantemente…..”.

 

Fue un pequeño comentario aunque intentaba ser cuidadosa, pero eso también era el trabajo de Catalina.

 

César contestó: “Tendré cuidado” y volteó hacia otro lado enfadado.

 

Miró de reojo a Catalina y dijo sin rodeos.

 

“Las mujeres no se ríen tan desprevenidamente delante de personas que no son de la familia”.

 

“¿Eh?”

 

Catalina parpadeó.

 

No entendía de qué estaba hablando.

 

No recordaba haber tenido nunca una sonrisa indefensa en su  rostro.

 

Catalina era una antigua funcionaria del Gabinete del Primer Ministro e hija de un marqués y tiene por costumbre fijarse hasta en la más mínima expresión.

 

“…… No era mi intención sonreír así, pero tendré más cuidado en el futuro”

 

“Por favor hazlo.” Contestó César con un suspiro, algo cansado por la mañana.

 

El inexplicable comportamiento de César no dejó a Catalina más remedio que ladear la cabeza hacia dentro.

 

 

———

 

Traductor: Mikan~

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